“Se trata de una de las chocolaterías más concurridas del centro de la ciudad, están especializados en la venta de chocolate, churros, cafés, buñuelos, helados, etc.”
Desde 1966. Cuarta generación.
Ya en los años 40, los bisabuelos de los actuales propietarios se dedicaban a la venta ambulante de buñuelos y churros. De aquel quiosco, habitual de la fira del Ram y de las fiestas de Ciutadella y trasladado a Barcelona durante la Guerra Civil como Churrería Imperial, derivó el actual negocio, en el que Francesc Bonnín, cansado de andar, trasladó su tradición churrera.
Poco a poco, incorporaron nuevos productos y hoy, Joan Ferrer, Antònia Gelabert y ahora también su hijo Xavier continúan endulzando a la clientela con chocolate, "quartos", ensaimadas y buenas raciones de churros con azúcar que mantienen la receta original de sus antepasados, si bien antes de coger el testigo de La Rosaleda trabajaban en una agencia de viajes y lo dejaron todo para continuar con el negocio. Un establecimiento auténtico en una calle con identidad.